El almacén Pizzi, el de la peli de Sandro.
La santafecina ciudad de Coronda, un cofre urbano repleto de tesoros históricos, guarda para nosotros una perla más para obsequiarnos. En una de sus esquinas del sector norte, un viejo almacén de ramos generales nos observa en silencio, desafiando al infinito tiempo, cuya esquina no pudo modificar.
Guarda en si historias de jinetes, gauchos e inmigrantes, de partidos de trucos y chusmerío de barrio… pero también se dio el lujo de ser una estrella de cine, ya que en él se produjo el rodaje de una importante película argentina en la que actúa por primera vez un veinteañero Roberto Sánchez, “Sandro, el gitano”.
El nombre de dicha filmación “Tacuara y Chamorro, pichones de hombres” dirigida por Catrano Catrani según su propio guion escrito en colaboración con Vlasta Lah y Augusto Ravé. Se basa en los cuentos “Tacuara y Chamorro” y “Los oscuros remansos”, ambos del escritor, docente, abogado y ex ministro de Educación de la provincia de Santa Fe, Leopoldo Chizzini Melo, a quien por aquellos tiempos se lo veía disfrutando sus vacaciones en las orillas del río Coronda.
El elenco de la película que encabezaba Sandro ("Severino, Cara de Zorrino”) se completaba, entre otros, con el cantante Julio Molina Cabral (Don Goyo), la chilena Ginette Acevedo (Micaela), los por aquel entonces niños que protagonizaron a Tacuara y Chamorro (Rodolfo Di Nucci y Gabriel Avalos) y María Rosa Solari (Esperenciana), con música de Tito Ribero.
Dicha obra se filmó en la ciudad de Coronda, más algunas imágenes obtenidas en las vecinas localidades de Maciel y Monje.
Nos narra la vida de dos chicos que viven en una estancia, alternando con sus juegos, obligaciones, y travesuras en complicidad con sus mascotas, sin dejar de incorporar el romance entre personajes adultos.
Se estrenó el 1 de junio de 1967 en el entonces micro cine de Coronda, que recibió a conocidas figuras de la farándula llegadas especialmente para la gran premier, que debió postergarse 24 horas porque hubo un corte generalizado de energía eléctrica que afectó a toda la ciudad.
Según algunos críticos del séptimo arte, la de “Tacuara y Chamorro, pichones de hombres” puede inscribirse como una historia al mejor estilo de la cinematografía americana y esos cuentos de Disney a quien hace alusión la dedicatoria en el final de la película. Tampoco le falta esa fiel compañera de aventuras, la perra llamada “Gringa”, el nombre real de esta estrella canina era “Braca”, pertenecía a la familia Sandoz de Coronda, y quien la entrenó para el films fue el señor Odilmo Broda, de la cercana ciudad de Gálvez.
Por aquellos tiempos el propio Sandro, compartió varias reuniones en sus horas de descanso en bares y restaurantes corondinos, como el recordado comedor “Gardelito” y “Costa Azul”, situados en la costanera. También se lo podía ver antes o después de las filmaciones cantando, y la gente agolpándose a su alrededor. Cris Nasta, nos relata que vivía en esa época en barrio Norte, sobre la calle López y Planes al 12. Se había convertido en algo normal ver pasar a Sandro hacia la costa, montando un caballo tostado, siempre fumando y descalzo. Dice que era un joven sencillo y delgado, que se quedó en Coronda todo lo que duró el rodaje.
Volviendo a la historia del viejo almacén, ubicado en boulevard Oroño y Juan J.Paso, lo construyó la familia Pizzi en tierras que les otorgó el gobernador Oroño. Don Ángel Pizzi comenzó con una proveeduría para el ferrocarril y luego la convirtió en un almacén de ramos generales. El comercio era conocido como el “Almacén Pizzi” y hasta el barrio heredó ese nombre, siendo conocido como “El Barrio Pizzi” El edificio seguía el estilo arquitectónico del momento, con pisos de ladrillos en su interior, muy fresco. Contaba con una amplia extensión de terreno en su patio donde se encontraban gran variedad de árboles frutales, higueras, granadas, una bomba a mano para extraer el agua, gallinas, cerdos y demás. Entre los que lo atendieron, los más recordados son Esteban y Pascualina Pizzi, su sobrina Sara Rossi Pizzi. Al fallecer sus tíos ella se radica en Rosario y el almacén se vende. Continua con tan noble tarea el Flaco Romagnoli, ya como autoservicio. Actualmente se mantiene cerrado y se alquila a obreros para que pasen su estadía. Su patio se ha loteado, pero su estructura se mantiene cuidada. Los viejos ladrillos susurran que habrá Almacén Pizzi por mucho tiempo más, a la espera de nuevas aventuras, enarbolando al cielo las banderas de Argentina y Santa Fe, algo que todos deberíamos de imitar.
por Rafa Theller
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