Campo Quiñones. El pueblo que no fue (parte 3)
![]() |
Boliche Quiñones foto 2013 |
Me encuentro en el vano de la puerta del boliche de Campo Quiñones acompañado por un intenso silencio.
Contemplo la construcción que se esconde al otro lado del camino, entre la vegetación, admirando a quien la hizo construir, Bartolo Vaglienti, quién soñó con un Campo Quiñones pueblo, independiente de Santa Clara de la buena Vista, y con coraje, llevó adelante su deseo. Jamás juzguemos a los soñadores, el mundo esta hecho de los sueños de quienes lograron llevarlo a la realidad.
![]() |
Vista desde el interior del boliche |
El viento sopla y el ruido a follaje me advierte que el clima puede cambiar. Tengo decenas de kilómetros de caminos rurales hasta el asfalto más cercano, y todo mi entorno me advierte, me dice que es hora de que me marche. Pero yo no puedo irme, tengo más por ver, más puertas que atravesar en busca de la historia de Campo Quiñones.
![]() |
Interior del Boliche |
Mis pasos retumban en el interior como ecos del ayer que se niegan a partir. Atravieso una nueva puerta y me encuentro con un enorme salón, que da la sensación de ser mas nuevo, con contra piso de hormigón y techo de chapa sin cielorraso, aunque ignoro si siempre fue así. Puertas y ventanas dan a un patio colmado de vegetación, tanta que solo me permite caminar unos metros en ella.
![]() |
Vista desde el Interior del Boliche |
Regreso sobre mis pasos y atravieso una segunda puerta, en este caso me lleva a un lugar sagrado diría yo, el asador. Pero como antes, no puedo alejarme mucho, la celosa vegetación me lo prohíbe así que retorno sobre mis pasos una vez más. Desconozco la función de este salón, quizás era el que utilizaban para dar misa, para los bailes o simplemente era parte del hogar de quienes habitaban allí.
![]() |
Interior del Boliche |
Me dirijo a la habitación que da a la fachada oeste. Nuevamente me encuentro con un piso de madera que rechina y los restos de un cielorraso caído. Enormes ventanas colmadas de rejas dan al camino. En la habitación de junto, una puerta abre, pero no entro.
![]() |
¿Sótano? |
El piso rechina a mis pasos, y en los huecos de las tablas faltantes veo el reflejo de la luz sobre el agua negra que inunda lo que parece ser un enorme sótano y la verdad no sé nadar, así que no tiento al destino. Según tengo entendido esta parte conformaba la vivienda de quienes habitaban en el boliche.
![]() |
Patio Boliche |
Vuelvo en busca del patio. Según tengo entendido un segundo salón existía a continuación del boliche, aunque hoy solo existe su recuerdo. En él se realizaban misa y se festejaban cumpleaños, casamientos, fiestas de la escuela, fiestas patronales (de San Antonio en 13 de junio y San Miguel el 29 de septiembre de cada año) y los famosos bailes de Campo Quiñones que reunía personas de toda la región. Muy buenas orquestas inundaban el aire con su música, entre ellas una joven Rosana Falascca de 14 años que cantaba en la orquesta de su papá, también la famosa orquesta Suipaisan de Santa Clara de la Buena Vista, Santa Fe, o la orquesta Columbe, entre otras.
![]() |
Patio Boliche |
El tiempo pasó, la quesera cerró y el campo se despobló, y allí el boliche parecía quedar abandonado a su suerte… pero quienes crecieron bajo la sombra de sus muros, no podían dejarlo caer y le cantaron “truco” al destino y entre todos conformaron una comisión para mantenerlo con vida. Ellos se reunían para mantenerlo limpio de maleza, los jueves organizaban torneos de fútbol 5 por la noche, recaudando fondos para pagar la luz y los impuestos, pero como todo, el tiempo paso y estos últimos luchadores, por las vueltas de la vida se fueron alejando, quizás por una trampa del destino, haciendo caer al famoso Boliche de Campo Quiñones, en las fauces del olvido. Su salón de fiesta, según dicen, un vecino lo desarmó y llevó a su campo, llevando un poco de la historia de todos en esos ladrillos.
![]() |
Interior Boliche |
Y así fue como en la década del 90, fue el destino quien cantó quiero retruco, y el silencio, la soledad y el sabueso hambriento llamado Olvido, se adueñaron de Campo Quiñones. Solo su escuelita siguió funcionando, desafiando al tiempo.
![]() |
Vista desde el Interior del Boliche |
Con pasos lentos salgo de las entrañas del boliche y me paro en la intersección de caminos y lo observo, como a una enorme bestia dormida, como esos dragones de cuentos que duermen protegiendo algún tesoro. El alma del lugar, los vecinos del boliche, los Colla, Quaranta, Omodeo, Gemelli, Dentis, Paschetta, Torassa, Lorettan y Vaglienti, entre otros, buena gente que colaboraba para que a la escuela no le falte nada, personas que habían dado forma al boliche que cerró sus puertas por la eternidad. Los callejones polvorientos quedaron desiertos, ya no reciben a los colonos y sus partidos de bochas, ya nadie estaciona a las puertas en busca de un refresco o una golosina, las carcajadas y travesuras de los niños se esfumaron y la maleza ocupó el espacio que los humanos dejaban libre. Solo los carroñeros saqueadores vieron ventaja en esta triste realidad, mientras las voces de los instrumentos de las orquestas, y los chicos actuando, se convirtieron en parte de los recuerdos, para siempre. Campo Quiñones prácticamente murió con su boliche. ¿Quién y cuándo lo edificó? Un misterio que se mantiene oculto. Lo que puedo confirmar por relatos que en la década del 40, ya existía.
![]() |
Ermita San Miguel |
Agacho la mirada, en respeto hacia el gigante y camino hacia la ermita y la cruz que me dieron la bienvenida. La cruz que ahora se elevaba a un lado del camino, originalmente se encontraba campo adentro, rodeada de alambre. Los feligreses asistían a la misa al salón ya mencionado y desde allí realizaban una procesión hacia la cruz, que el tiempo borró el nombre de quién la colocó y por qué. La ermita a San Miguel en realidad es más reciente, de la década del 90, ha pedido del sacerdote Luis Brizzio. En esa época la catequesis se daba en las instalaciones del boliche.
![]() |
Yugui |
Un singular personaje sobrevive al tiempo, como si hoy mismo recorriera los caminos de aquel paraje, aunque hace años la llama de su vida se extinguió. Un vagabundo conocido como el Yugui, un Yugoslavo que sobrevivió a la guerra y escapó lejos hasta nuestras tierras en busca de paz. Su nombre, Esteban Rafanelli. Vivía de changas y de lo que se le daba, muy buen carpintero. Era una persona amable, que dormía un poco en cada lado, en los galpones de las casas o donde podía. Amigable con los niños. Eso sí, cualquier bebida con alcohol que se encontraba a su alcance, en segundo se encargaba de hacer desaparecer.
![]() |
Vista interior del boliche |
Regreso a mi motocicleta, contemplo una vez más los restos del enorme boliche, una verdadera usina de buenos momentos, de alegrías, de historias, que poco a poco se sumerge en la nada. En unos años apenas su recuerdo sobrevivida al tiempo. Pero no es el fin de mi viaje.
Unas diminutas gotas se abalanzan hacia mí, tratando de que regrese y la luz del día apenas se mantiene, como esperándome. Todavía resta una parte más de Campo Quiñones que conocer, el corazón mismo, el motor de su existencia, la vieja cremería.
![]() |
Cremeria 222 (Árbol que asusta jaja) |
Solo unos minutos de viaje hacia el oeste por un camino casi olvidado, repleto de maleza, y me encuentro con ella. Conocida como la cremería vieja, la cremería quiñones, la quesería o la 222. Fue una quesería que en los últimos tiempos perteneció a Sancor, hasta que esta decidió no tenia más razón de ser y decidió cerrarla, hiriendo de muerte a Campo Quiñones. Quizás las malas políticas sobre la lechería, produciendo que mueran los tambos, ha asesinado a más poblaciones que el mismo ferrocarril, eliminando fuentes de trabajo e impulsando a los pobladores a inmigrar a las ciudades.
La noche casi cae sobre mí, no tiento más al clima y a mi suerte. Doy marcha a mi motocicleta pero antes pienso el por qué de Quiñones y me aventuro a tirar una teoría: En el año 1857 Saavedra compra al español señor Quiñones una extensa fracción de terreno denominado Campo Quiñones, que comprendía tierras de la actual Santa Clara de la Buena Vista y del Actual San Mariano Saavedra, ambas localidades vecinas de la provincia de Santa Fe, por lo cual, el nombre de este paraje seguramente es un eco del ayer de casi 200 años, el ultimo trozo de un vasto territorio que se fue desmembrando y renombrando… pero es solo mi teoría a falta de una respuesta.
![]() |
Cremeria 222 |
Inicio la marcha hacia mi hogar, hacia mi familia. Varios kilómetros de laberintos de caminos rurales me separan de ella. Detrás queda la silueta del imponente boliche y el paraje Campo Quiñones, sus historias, sus alegrías, sus recuerdos. La quesera que daba el trabajo, la casona que daba el techo y calor de hogar, la cruz motor de esperanza y fe, la escuelita que forma los soldados de la paz y el boliche, punto de unión, encuentros, donde la alegría lo inundaba todo. Un sueño que con fe y voluntad, nuestros ancestros lograron dar forma para inspirarnos que si se quiere, todo se puede, trabajando unidos y dejando los egoísmos de lado.
Adiós Campo Quiñones... el pueblo que no fue.
FIN
Rafa Theller
![]() |
El legendario Boliche de Quiñones |
Muchas gracias por compartir estas aventuras, muy bueno tu relato, es como si estuviera allì yo misma.
ResponderEliminarFantástico. Me alegra mucho que sea así.
EliminarMuy buen relato, me teletransporto imaginariamente, hasta senti los sonidos y aromas del lugar.
ResponderEliminar