CAMPO QUIÑONES. El pueblo que no fue(parte 2)
El cielo plomizo amenaza con dejar caer sus lágrimas y las luces del día comienzan a extinguirse.
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Boliche |
Observo hacia el horizonte en busca de algún punto conocido, de alguna referencia, pero estoy lejos de casa y solo sé que kilómetros de tierra me separan de la ruta conocida más cercana. Frente a mí, a unos pasos, la enorme y oscura entrada del boliche de Quiñones se abre como enormes fauces dispuesta a engullirme. Mis ojos recorren la fachada. Una vez mas me tomo unos minutos para mirar hacia atrás, al camino. Observo a mi motocicleta, una bestia de hierro que espera sin prisa, que ignora al mundo y sus fuerzas.
Nuevamente mis ojos se sumergen en la oscuridad mas allá de la entrada y con un largo paso, me sumerjo en el micro mundo del ayer, en busca de algún secreto olvidado, de alguna historia, en busca de nuestras raíces.
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Boliche |
De inmediato las maderas rechinan bajo el peso de mis pies, y mis ojos rápidamente se adecuan a la tenue luz del interior. Fríos muros de paredes descascaradas me rodean, en cada uno hay una ventana por donde observar o una puerta que atravesar.
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Interior Boliche |
Las tablas del piso en parte faltan y el cielo raso de madera se arquea hacia el piso, victima de la fuerza de gravedad, que pronto triunfara. Me encuentro en la habitación de la esquina, de la ochava, conocida como el reservado, donde a veces se oficiaba misa, comuniones o se hacía alguna reunión importante.
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Interior Boliche / Puerta Ochava |
La puerta que atravesé, la de la ochava, da al cruce de caminos, y mas allá de ellos veo la actual escuela rural provincial 6130, aunque su historia es larga, tanto que se dice las primeras clases se dieron el boliche, hasta que consiguió un edificio propio. Entre los maestros los mas recordados son Carlos Megevand de la década del 40, Mirta Paschetta quién creció en el lugar hizó la primaria y regreso para educar a las nuevas generaciones, Felix García quien dedicó durante 20 años su vida al establecimiento, hasta vivió junto a su mujer allí por 7 años, la seño Angélica, Nelli Gaudin y Hortencia Luciani que con la volanta de Nelly Quaranta las llevaban a tomar el colectivo Caballito Criollo que pasaba por el camino central, Olga Colombero de Politano, Lelia deBoschetto, Marta de Tealdi, Margarita Dillon y el Sr Horacio Colombero, entre muchos otros. Personas que dieron forma al establecimiento y a las nuevas generaciones de hombres y mujeres. Maestros y maestras que con su sacrificio daban el ejemplo, y que veían a sus alumnos como un miembro mas de su familia. Como todos los maestros rurales, héroes anónimo que lo desafían todo por una causa mayor.
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Vista Interior Boliche |
Atravieso la puerta que da al oeste, y me encuentro con un salón de enorme dimensiones, con tablas faltantes en el piso, y con un oscuro hueco que parece la entrada de un sótano. Hacia el sur varias ventanas y una enorme puerta, de la cual quedan vestigios, permiten entre claridad entre las decenas de ramas que se extienden para abrazar al edificio. Me encuentro en la parte donde funcionaba el boliche propiamente dicho. Mis pupilas recorren el lugar imaginando las mesas y sillas de madera, los muros con diseños, hombres con su vestimentas gauchas o inmigrantes con su ropaje de trabajo, charlando en vaya a saber cuantos idiomas, tomando un refresco camino a la quesería o regresando de ella, en esa época la leche que se ordeñaba se trasportaba a la fábrica en carro con los tachos, y a la mañana y a la tarde, a la vuelta a los que le quedaba de paso paraban al boliche, o tras dejar los pequeños en la escuela. O mas acá en el tiempo, hombres de traje bien planchados y pelo corto peinado a la gomina. Esperando el inicio de un baile o fiesta, disfrutando de una fría cerveza, mientras diminutas estelas de cigarrillos se elevan al aire.
Al boliche los vecinos concurrían el sábado por la tarde a jugar a las bochas y otros a las cartas, eso era lo mismo para el domingo. Algunos sólo iban a tomar su over o vermhut, a veces se armaba el asado y después la tarreada o jubilete. También se jugaba mucho al 9 o el siete y medio, hasta altas horas de la madrugada y por plata. Se llegaban en auto, los que tenían, otros en bicicleta, otros a caballo, en Sulki o en jardinera.
Estos viajes me han enseñado varias cosas y entre ellas que si uno quiere pasar a la inmortalidad, viviendo en recuerdos cuando partamos al mas allá, hay que ser bolichero. Ellos perduran por décadas en la mente de quienes gustosos asisten a sus reinos. Algunos de los bolicheros de Quiñones fueron Valentin Gieco, antes de los 60, luego vino Santo Beltramone quien la pasó la posta a Tomas Viera. Otros, que desconozco en que años estuvieron, fueron Miguel Perotti, Antelo Mina, Nelson Cuaranta, Omar Chiche Cabezón Franco (del 82 al 24 de enero del 85)
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Interior del Bolcihe |
Camino hacia la puerta de entrada. Las maderas del piso crujen a cada paso. Me apoyo en el vano, como lo hubiera realizado algún cliente de antaño para disfrutar de la vista mientras disfrutaba del tabaco. Yo, contemplo la espesa vegetación ante mi, al otro lado del camino, al sur del boliche. La enorme construcción de dos piso se oculta entre ella, temerosa de un destino incierto.
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Ventana Residencia (sentía que me espiaban) |
Un vano vació, como una gigantesca pupila negra se clava en mi. No puedo negar que la piel se me eriza, mientras trato de adivinar de que se trata. Estoy contemplando la casa de dos pisos, casona o conventillo, entre otros nombres. Se trata del lugar de residencia de algunas familias cuyo padres trabajaban en la quesería cercana a 1 km al oeste. Alguna de las familias que habitaron allí fueron los Walker, Bertossi, Mina, Valiente, Pascheta entre otros.
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Vista interior del Boliche |
El viento sopla, el aire es raro y el ruido a follaje me advierte que el clima puede cambiar. Pero yo no puedo irme, tengo mas por ver. Mas puertas que atravesar en busca de la historia de Campo Quiñones y de algún secreto.
Rafael Theller
*A la parte 3 clic ------) https://siguiendocaminoss.blogspot.com/2020/05/campo-quinones-el-pueblo-que-no-fue_16.html
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A un lado puerta ingreso. Placa faltante. |
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