Historias de la Estación Ferroviaria GÁLVEZ

El viento es frío y el sol brilla apagado tras las nubes, contemplando el lento avanzar del jinete. Tras una orden, el caballo se detiene bruscamente y resopla. El errante jinete de piel oscura y rostro curtido, contempla aquella nueva y enorme construcción que emerge donde antes solo existía la nada. 


Es extraña, como arrancada de otro mundo. Una enorme maquina de metal resopla nubes, esperando paciente, mientras personas de diferentes aspectos e idiomas descienden con los ojos llenos de ilusiones. El jinete agacha la cabeza, este ya no es su mundo. Agita las riendas y se pierde, con el viento.

En el departamento San Jerónimo, Provincia de Santa Fe, los años de combate donde la tierra se regaba con la sangre de criollos y aborígenes, quedaban atrás como un doloroso recuerdo. Los ojos de los hombres ya no miran al horizonte en busca de amenaza, ahora se pierden en el futuro, y el futuro llega a ellos con lo último de la tecnología, el ferrocarril.
Entre los años 1880 y 1900 las líneas férreas comienzan a atravesar la tierra santafecina. Los fríos rieles se recuestan sobre la tierra que antes transitaba el indígena y poderosas bestias de hierros arrancadas de un sueño, llegan montando sobre enormes nubes de vapor.

El mundo cambiaba y los estancieros lo sabían. Este nuevo avance tecnológico les permitía sacar la producción de sus campos de una forma fácil y barata, por lo cual donaban o vendían tierra a bajo costo para que en sus campos se construyeran edificios útiles para tal fin, las estaciones de ferrocarril. La mayoría, heredaba el nombre de aquellos dueños de tierra. Poco a poco a poco comenzaron a emerger aquí y allá, y en su entorno nuevas poblaciones daban sus pasos tímidamente, recibiendo la mayoría los nombres de sus estaciones. Primero un boliche, un ramo generales, algunos ranchos, una que otra casa y la capilla. Entre ellas nació la estación de Gálvez, y su poblado.


La Compañía del ferrocarril Buenos Aires y Rosario solicita extender su línea desde Rosario hasta Súnchales, motivo por el cuál el 21 de noviembre de 1885 el Dr. José Gálvez vende dos áreas a la Compañía del ferrocarril Bs As y Rosario, para la vía y una estación. Como era costumbre esta Estación Ferroviaria se denominó Estación Gálvez, teniendo en cuenta al propietario de las tierras que la Compañía había adquirido para tal fin. La apertura de la Sección Rosario-Gálvez se autorizó el 28 de Octubre de 1886, haciéndose efectiva la misma, el 15 de Noviembre del citado año. El 13 de Diciembre se celebra el contrato para la construcción de 35 km de vías férreas desde la estación San Carlos Sud del ferrocarril a las colonias, hasta la estación Gálvez del ferrocarril a Súnchales. Siendo la fecha de su apertura el día 15 de Julio de 1887.
Al momento de entrar este ramal la estación no estaba concluida pero no obstante ello la conexión entre las dos líneas permitía comunicar por este lugar a la ciudad de Santa Fe con Rosario y Buenos Aires, mediante el ferrocarril. En aquellos primeros años pertenecía al F.C.C.A, ferrocarril central argentino de capitales británicos, hasta que entre 1946 y 1948, se nacionaliza y pasa a denominarse Ferrocarril General Bartolomé Mitre (FCGBM)


La estación de Gálvez tiene una particularidad que no poseen otras estaciones de la región, posee una primer planta como todas, pero también un primer piso, lo que nos refleja su importancia desde el inicio, en épocas que los pueblos eran de una población similar, prácticamente inexistente.

Hoy las familias de Gálvez, los jóvenes o niños, asisten a su entorno, para disfrutar del espacio verde y la calma, o pasear por sus andenes ignorando que pasean por el edificio mas antiguo de la ciudad, un edificio que ha acobijado bajo su sombras personas de fama mundial. Fue esta estación la que recibió a un joven inmigrante italiano de nombre Juan Galiffi, que el mundo conocerá como Chicho el Grande, un gánster tan poderoso y peligroso como Al Capone. A ella llegaban y partían algunos de los pistoleros más peligrosos y buscados de la época, quienes asistían a la fonda de Chicho, y hasta se rumorea de túneles que partían de sus inmediaciones. Otra persona de fama mundial, que supo caminar por su galería fue el poeta José Pedroni, en sus años de niñez y juventud. No tan famosos pero si importante para la organización de la población, fue la llegada a finales del siglo XIX de un grupo de masones, cuyo nombres se han perdido en la historia excepto uno, cuya sepultura exhibe con orgullo el compás y la escuadra.
Los muros de esta estación fueron testigo de las epidemias, como las personas enfermaban y morían en masas, a tal punto que se obligó a detener los trenes por ser causantes de difundir la enfermedad de un lado a otro.



Lo que no muchos recuerdan fue cuando en la década del 60 un paro ferroviario obligó a los militares a conducir los trenes. Los operarios ferroviarios se manifestaban a unos 100 metros de la estación, en la actual esquina de Belgrano y San Martín, reclamando sus derechos. Eso movilizó al ejercito el cual instaló una ametralladora a escasos metros de la puerta de entrada (quizás donde hoy existe una fuente) y de ahí dispararon a los manifestantes (sin ocasionar bajas)

Otro hecho tragicómico fue cuando un jardinero encargado de cuidar el parque de la estación, cansado que al llegar el tren pasajero las personas corrieran hacia el ramos generales con sus envases de vidrio y le rompieran la obra de su trabajo, una mañana cruzo un alambre a baja altura. Al llegar el tren y correr los pasajeros para ganar tiempo, tropezaron con el alambre cayendo uno sobre otro, rompiéndose los envases provocándoles cortaduras.

Algunos repiten a voces como de leyenda la existencia de calabozos en este viejo edificio, los cuales actualmente estarían inundados por el crecimiento de las napas. Si bien no lo puedo confirmar, se me dijo que es algo perfectamente posible, por que en los primeros años de estas poblaciones la única policía existente era la policía ferroviaria, con el mismo poder de la policía actual. Ella era la encargada de mantener la paz y el orden y cuando alguien se apresaba, dormía en los calabozos de la estación.

El mundo continuo cambiando, otros avances tecnológicos llegaron debilitando al ferrocarril, junto a malas políticas, e intereses turbios lo que llevó que a principio de 1990, el presidente Carlos Menes tomara la trágica decisión de cancelar los servicios ferroviarios o reducir la mayoría de los servicios.

Las estaciones cayeron en brazos del olvido y abandono, convirtiéndose en viejos edificios librados a su suerte, sumándose a aquellas que en los 50 ya habían visto cancelado sus servicios. Algunas fueron rapiñadas, desmanteladas y hasta perdieron sus vías, convirtiéndose en recuerdos. Otras continúan a su suerte resistiendo al tiempo, rebeldes, llenas de coraje, esperando un tren que jamas va a regresar. Ellas dieron vida a pueblos y se resisten a partir por caprichos del hombre, sin comprender por que aquellos pueblos no la protegen, como un hijo a su madre. Otras se convirtieron en hogares para familias, pero la de Gálvez no... LA DE GÁLVEZ RESISTE.

Si bien la mayor parte de su edificio se convirtió en oficinas públicas, La Estación ferroviaria Gálvez continua rebelde elevando las banderas de sus hermanas, resistiendo a caer y hoy, en el siglo XXI sigue recibiendo el tren pasajero como en sus inicios en el siglo XIX.



Quizás el común de la gente ve otro edificio viejo, pero yo veo la semilla de una ciudad, un edificio que supo ser el motor y corazón de la misma, que la sostuvo hasta que había crecido lo suficiente para caminar sola, por lo cual, como a una madre amorosa, debemos rendirle respeto y cuidado.

Ella es el símbolo que en la nada misma, con coraje de soñar y entregarse a los sueños, TODO ES POSIBLE.

por Rafael Theller




Comentarios

  1. Gracias por permitirnos conocer el pasado de este lugar con tanta historia. Pertenezco a una época donde los comisionistas, como mi padre, traían telas, calzado y tantas cosas desde Rosario. Como docente viajé en en el "local" hasta Irigoyen con varias compañeras.

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