La Posta de Arocena: El Último Suspiro de un Pasado Inmortal


Sobreviviendo al hombre, a la naturaleza, y al paso implacable del tiempo, la Posta de Arocena resiste ser solo un eco olvidado. Imponente aún en su decadencia, se alza sobre lo que fue el antiguo Camino Real, cuyos rastros se han borrado tanto de la tierra como de la memoria colectiva.

Un Refugio Olvidado en el Corazón del Litoral
En el siglo XIX, Arocena fue un punto clave en la lucha entre federales y unitarios en el Litoral santafesino. Hoy, sin embargo, la historia de este lugar sigue viva a través de las huellas que dejó. A tan solo tres kilómetros al sur del pueblo, se encuentra la emblemática Estancia Colastiné, donde vivió uno de los pilares del federalismo: el Brigadier Estanislao López, gobernador de Santa Fe entre 1818 y 1838.

La vieja casona, hoy en ruinas, guarda secretos de un pasado glorioso, un pasado que se resiste a desaparecer. Esta casa no solo fue la residencia de López, sino también la primera vivienda del pueblo, la madre de Arocena. Su ubicación fue el germen de lo que hoy conocemos como este lugar, pues alrededor de ella comenzaron a crecer las primeras viviendas, dando forma al pueblo tal como lo conocemos hoy. Según Claudia Marcela Alarcón en su libro Arocena: Crónicas de la Historia, este emplazamiento fue el punto de partida para la construcción del pueblo, que inicialmente fue conocido como Paraje Colastiné.

Además, la casona fue un lugar fundamental en la vida cotidiana de Arocena, pues allí funcionó durante muchos años una escuela que educó a varias generaciones, y hasta un Juzgado de Paz, según mencionan algunos pobladores antiguos.

El Eco del Caudillo y las Huellas del Pasado
La posta fue testigo de las idas y venidas del Brigadier López, quien en sus campañas se detenía allí para cambiar caballos y reabastecer víveres, continuando su marcha por los senderos que más tarde darían vida a otros pueblos. Este sitio fue, sin duda, un eje vital para la historia de la región.

Uno de los recuerdos más curiosos de la posta es la palmera que, en su tiempo, alcanzaba los 20 metros de altura. Este majestuoso árbol se convirtió en un hito para los viajeros, un punto de referencia en un territorio vasto y desconocido. Tras una tormenta devastadora en 2005, la palmera cedió a las fuerzas de la naturaleza, pero aún hoy se erige en pie la mitad de su tronco, mientras su imponente figura yace a su lado, como un guardián silencioso de épocas pasadas.

La Casona: Un Refugio de Historias y Leyendas

Hoy, la casona está habitada por un veterano poblador que ha hecho modificaciones a la estructura original. Pero en el corazón de este pueblo, aún viven los recuerdos de aquellos tiempos. Algunos hombres mayores de Arocena recuerdan con nostalgia cómo, de niños, todos se reunían alrededor de la vieja palmera para escuchar las historias de La Solapa, el personaje que aterrorizaba a los niños para que no salieran durante la siesta.

El Último Suspiro de una Historia Viva
La Posta de Arocena sigue en pie, llena de recuerdos y leyendas que se desvanecen poco a poco. Un testimonio de lo que fuimos, de lo que ya no somos, pero que jamás olvidaremos. Un monumento al coraje de los sueños y la lucha por el futuro, que persiste a pesar del abandono y la desmemoria. En su agonía, la posta nos recuerda que todo es posible, siempre y cuando tengamos el valor de creer.




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La posta del bajo, San Agustín, Sta. Fe









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