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La Pasarela de Gálvez: El puente que sobrevivió al olvido

La pasarela de Gálvez, Santa Fe, cruce ferroviario. Siguiendo Caminos
Vista lateral del cruce ferroviario, la pasarela de Gálvez, Santa Fe

La pasarela de Gálcez se encuentra en lo profundo de la provincia de Santa Fe, donde los ríos no trazan caminos y las montañas no vigilan el horizonte, en una ciudad con nombre de gobernador: Gálvez. Un lugar donde el tiempo ha tejido su propia historia en acero y memoria. Allí, este centenario puente se alza invencible, uniendo lo que antaño el hierro de los rieles había separado.

Para los galvenses, La Pasarela es parte del paisaje, una estructura con la que crecieron. Los niños, sin embargo, ven un reto a conquistar, entregandose a una hazaña en la que desafían el vértigo y la gravedad, alcanzando la cima con el corazón acelerado y sonrisas gigantes. Para los visitantes, es una postal insospechada, un tesoro de hierro que cobra vida cuando, a lo lejos, resuena el rugido de una locomotora. En ese instante, los pequeños corren a lo más alto, expectantes, mientras sus padres los siguen con el instinto protector encendido. Y así, sin buscarlo, La Pasarela se convierte en una fábrica de recuerdos imborrables.

Un Puente Nacido del Progreso

La pasarela de Gálvez, Santa Fe, cruce ferroviario. Siguiendo Caminos
Vista primera persona sobre el cruce ferroviario, la pasarela de Gálvez, Santa Fe

Gálvez, desde sus inicios, fue un punto clave en el mapa ferroviario. Desde tres puntos cardinales, los trenes llegaban arrastrando historias, sueños y toneladas de carga. Con ellos nacieron estaciones, talleres y una infraestructura tan imponente que hoy resulta difícil de imaginar. Pero el crecimiento trajo consigo una barrera: las vías dividían la ciudad en dos, obligando a sus habitantes a buscar caminos entre rieles y vagones dormidos.

La necesidad de unir ambos lados se hizo urgente y, en 1965, el intendente Santiago Lamberto, junto a Irineo Dorato, impulsó la construcción de una solución que desafiara al tiempo. El 10 de enero de 1965, trabajadores de Ferrocarriles Argentinos iniciaron la obra, culminándola el 24 de julio del mismo año. Una estructura de 74,5 metros de largo y 5,7 metros de altura, diseñada para resistir lo que fuera necesario. Pero su historia no comenzó aquí.

La pasarela de Gálvez, un puente inglés

La pasarela de Gálvez, Santa Fe, cruce ferroviario. Siguiendo Caminos
Vista de la Estación Gálvez, desde el cruce ferroviario, la pasarela de Gálvez, Santa Fe

Lo que hoy conocemos como La Pasarela de Gálvez no nació en esta tierra. Su origen se remonta a los hornos británicos, donde el hierro fue fundido con un propósito mayor. Su primera misión fue formar parte del puente ferroviario más extenso de Hispanoamérica, un coloso de 2.060 metros construido entre 1889 y 1891 sobre el río Salado, conectando Santo Tomé con la ciudad de Santa Fe.

Viaje desde lo profundo el río Salado

La pasarela de Gálvez, Santa Fe, cruce ferroviario. Siguiendo Caminos
Vista oeste del cruce ferroviario, la pasarela de Gálvez, Santa Fe

La historia del puente fue trágica desde el inicio: apenas inaugurado, uno de sus pilares cedió unos 15 centímetros, lo que llevó al suicidio a un ingeniero británico. En 1905, las crecientes del río causaron un socavamiento que debilitó la estructura, limitando el peso de las locomotoras a 110 toneladas. Décadas después, cuando se construyó el Terraplén Irigoyen en 1960-1961, los tramos más bajos fueron desmontados, y muchos permanecieron en el fondo del río Salado. Se cree que algunos de esos segmentos, en su eterno peregrinaje, encontraron su último destino en Gálvez, transformándose en el puente que hoy conocemos.

Un Símbolo que Resiste el Paso del Tiempo 

Hoy, La Pasarela de Gálvez ya no siente el traqueteo de los trenes ni el peso de las locomotoras. Su función es otra: unir historias, ser testigo de encuentros furtivos y juegos infantiles, y recordar a la ciudad su pasado glorioso. De día y de noche, su silueta recortada contra el cielo es un emblema de resistencia, de tiempos en los que el ferrocarril era el alma de estas tierras.

Quizás, en su quietud, sueña con aquellos días sobre el río, con el humo de las calderas británicas o el viaje trasatlántico que lo trajo aquí. Tal vez, simplemente disfruta del eco de las risas infantiles y de los enamorados que sellan promesas bajo su sombra. Sabe que la ciudad ha cambiado, que el tiempo es implacable, pero también sabe que jamás será alimento del olvido. Porque La Pasarela de Gálvez es un símbolo de una historia conquistada, un testigo de hierro que seguirá en pie cuando ya no estemos, guardándonos en su memoria para siempre.

() No confundir con Villa Gobernador Gálvez.
(**) Información cedida por Eduardo Luna, administrador de Los Ferrocarriles Argentinos.*

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Rafa Theller

Rafa Theller, creador de Siguiendo Caminos. Viaja en moto tras las huellas del pasado, buscando voces, ruinas y recuerdos que aún resisten al olvido.

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